jueves, 28 de enero de 2010

EL PERONISMO ES NUESTRO GRAN RELATO HISTÓRICO.

Nora Iniesta y Daniel Santoro hablan de la recuperación de la iconografía peronista en el arte y explican los prejuicios que llevaron a su ausencia en el mundo de la cultura.

Por Victoria Linari

Miradas al sur

El Ortiba

Parecen tiempos de auge del imaginario peronista. Después de años de alusiones, olvidos y exclusiones deliberadas, hoy distintos rincones de la cultura ponen en escena sus discursos, figuras, íconos y estereotipos. Desde las obras teatrales de Ricardo Bartís y Alejandro Tantanian, la literatura de Juan Diego Incardona y Carlos Godoy, hasta el fenómeno Capusotto e incluso el furor del movimiento de blogs peronistas.

Nora Iniesta y Daniel Santoro saben de qué se trata. Ellos son, podría decirse, la Eva y el Juan Domingo del arte argentino. Con obras que remiten a la infancia, la patria, los pizarrones escolares y las escarapelas, con materiales y técnicas simples como el collage, Iniesta se apropia de la imagen de Evita, buscando reconstruir los recuerdos y sensaciones de su propia infancia. Santoro, por su parte, recupera en sus obras la mayor parte de la iconografía de los primeros dos gobiernos peronistas. El descamisado, el auto justicialista, el guardapolvo blanco, la heladera Siam, la casita peronista, el Pulqui, son objetos privilegiados en sus pinturas que ayudan a reconstruir aquel mundo peronista.

-Por fin, después de muchos años, hay una apropiación legítima de Perón, dice Santoro. -No desde lo estrictamente político ni desde cierta actitud militante. Su abordaje, antes que nada, implica el reconocimiento del peronismo como un fenómeno cultural y social que nos pertenece, del que podemos apropiarnos y que permite una síntesis para explicar cierta argentinidad.

Los artistas coinciden en el carácter mutante del peronismo. Una capacidad de apropiación y una ductilidad que lo vuelven indestructible y, al mismo tiempo, complejo de entender. ¿Qué puede aportar el arte para develar el enigma de un fenómeno histórica e incansablemente explicado por politólogos, historiadores y sociólogos? Sólo mayor confusión, reconocen entre risas los artistas.

–¿Cuál es el desafío de dar forma a través del arte a los significados latentes y cambiantes que conforman al peronismo?

–Daniel Santoro: Hay un intento de apropiación de esa imagen. El peronismo se constituye desde hace muchos años como nuestro gran relato histórico. Esto lo decía Guillermo Saccomano. Tiene todos los componentes: a Eva, a las zonas oscuras como la Triple A o López Rega, y a la luminosidad como la tarea social. Eso es un gran relato histórico, la capacidad de ser abordado de distintas maneras y con juicios tan diversos. Para muchos es el castigo de la Argentina y para otros, la bendición. Esa posibilidad tan diversa es la que alimenta los distintos abordajes.

–¿Qué es lo que otorga vigencia al peronismo?

–Santoro: El peronismo tiene una plasticidad, una flexibilidad que permite hacer de él cualquier lectura. No expulsa a nadie, absorbe todo. Así, alimenta los grandes íconos universales y su imaginario social es como una especie de fábrica. Por ejemplo, la casita peronista es un chalecito californiano que no tiene nada que ver con nosotros, es el nivel de confort del suburbano de Los Ángeles. Sin embargo, acá se conforma como el nivel de confort peronista. Esa capacidad de apropiación es básica del peronismo, una especie de posta, no le hace asco a nada, nada lo contamina. Por tomar cosas del fascismo, no se vuelve más fascista, sino que simplemente se vuelve más peronista. Es una especie de imaginario político radioactivo: en vez de contaminarse, todo lo que se apropia se vuelve peronismo y no a la inversa. Eso ocurre incluso socialmente; la gente tiene que aclarar que no es peronista. Es difícil que uno aclare que es peronista.

–En este sentido, ¿ustedes sienten necesario aclarar los límites entre la militancia y el arte?

–Santoro: Lo debés aclarar, porque si no, el acercamiento al arte se da desde otro lugar. Para mí la política y la militancia son un componente. Pero yo no trabajo el peronismo desde el punto de vista de la política, sino desde cierta visión de la cultura. El peronismo funciona como un gran relato histórico. Y, de última, el tema siempre es una excusa.

–Nora Iniesta: Siempre es una excusa. Yo no vengo de una familia peronista, pero sí se basa toda mi iconografía en mi propia infancia. Porque Evita era una persona tan querida como odiada y yo desde mis tres, cuatro años empecé a sentir una cierta curiosidad, y tengo una mirada con gran afecto a alguien que muere tan joven y que de algún modo tuvo una trinchera bastante interesante que es ayudar y apoyar a la niñez y a la tercera edad, dos cosas que aún hoy siguen estando completamente olvidadas y desprotegidas.

–Hay cierta ausencia del peronismo en el arte argentino. ¿Por qué creen que gran cantidad de artistas lo excluyeron de su repertorio?

–Iniesta: Creo que es una cuestión de prejuicios. Mi interés surge más espontáneamente, por mi propia infancia, el contacto con Evita. Pero el prejuicio está también en el público. En mi muestra Evita maestra recorre el país, que son como cuadros cinematográficos en los que, a través del collage, recreo distintos paisajes que corresponden a su vida, muchas veces escuchaba a la gente decir: “¿Evita maestra?, ¿maestra de qué?” o cosas así. El arte político se castiga menos si está relacionado con la izquierda, pero hay mucho más prejuicio si está vinculado con el peronismo.

–Santoro: Sí, hay mucho de prejuicio, de racismo, sobre todo en el arte. El arte no lo quiso apropiar hasta hace pocos años. Era un abordaje imposible. En el mundo de la plástica, el peronismo no entraba, era un lugar oscuro al que nadie quería acercarse.

Hubo por supuesto artistas como Carlos Gorriarena o Nicolás García Uriburu que hicieron cosas pero no metiéndose intensivamente. La cuestión está sobre todo en la incapacidad de apropiación de nuestro mundo de la cultura. Siempre se prefirió al arte político entendido como arte de izquierda. Si estabas cercano al PC tenías como una garantía de que estabas en el arte político. Pero el peronismo no calificaba.

Una forma de huir del peronismo era decir que tenía una estética fascista. Yo por eso en muchos cuadros ironizo con eso, satirizo, cargo los cuadros para que eso explote un poco. Es una operación como de autolimpieza. Hay un pibe que tiene un blog que se llama Anarkoperonismo, que dice que es mucho más provocador cantar la marcha peronista que cantar la Internacional. La Internacional tiene una aprobación que le da hasta cierto glamour. En cambio, el peronismo no cierra por ningún lado, es la negritud.

–Es darle visibilidad a los gronchos, digamos.

–Santoro: Exactamente. Y eso, desde el punto de vista de la cultura, no es posible. Con el negro étnico está todo bárbaro, pero el cabeza no tiene visibilidad de ningún tipo. Este tema de los morochos, y del cabeza fundamentalmente, es el tema civilización y barbarie. Por eso La vuelta del malón, es un cuadro que emblematiza ese instante en que se termina la barbarie y aparece la civilización. Roca construye un desierto, un terreno civilizado. Y de golpe irrumpen estos cabezas, estos descendientes de los indios, estos mestizos que parecía que estaban desaparecidos. La vuelta del malón, la verdadera y que podríamos decir definitiva, fue el 17 de octubre. Y cuando los ven venir, como (Ernesto) Sanmartino, el diputado radical, dicen que viene un aluvión zoológico. Por eso en el cuadro yo pongo al centauro, para representar esa supuesta animalidad irreductible de esta gente que reaparece nuevamente y que funda el peronismo.

–¿El peronismo es una forma de vuelta del malón?

–Santoro: Claro, los indios del malón son protoperonistas si se quiere, incluso ya quemaban iglesias. En mi cuadro, por ejemplo, están llevándose a Victoria Ocampo que es otro malón en la cultura. El peronismo es un lugar no homologable de la cultura. Entonces volvemos a la pregunta de por qué el peronismo no aparece en el arte. Porque es tan temido como son temidos los malones. Nos vienen a sacar toda nuestra cultura europea, tenemos un palacete racionalista y francés, somos cultos y no necesitamos de estos salvajes que vaya uno a saber qué malas noticias nos traen de la oscuridad de La Pampa. Siempre lo que hay en el mundo de la cultura es un lugar no homologable, que nosotros ya tenemos, somos cultura occidental. Entonces, no queremos que nos sumerjan en ese mundo latinoamericano que no merecemos, porque nosotros en realidad venimos de los inmigrantes europeos y no tenemos nada que ver con estos negros peruanos, paraguayos.

–Por eso sigue siendo tan grande el racismo que hay en el país.

–Santoro: Exactamente. Y por eso Argentina no califica como país latinoamericano culturalmente. Podés hablar de México, Colombia, Brasil y hasta de Uruguay, pero Argentina no. Es un quilombo nuestro porque no terminan de juntarse nuestros mundos, no se metabolizan. Todos los países han traído a Europa pero han hecho una metabolización y surgen culturas locales definidas. Nuestra cultura local siempre está desbalanceándose, y debatiendo en esa vieja consigna sarmientina de civilización y barbarie.

–Iniesta: Dirás civilización o barbarie.

–Santoro: Pero son las dos cosas. El peronismo es un mensajero de la barbarie y un agente civilizador, también. Funciona como en una interfase. Entonces, según como lo veas, es el gran constructor de escuelas, y sin embargo es mensajero de la barbarie también. Por eso es fuente de debate. El eje central es el racismo ramplón pero inconfesable, porque acá parece que nadie es fascista. Somos todos superevolucionados.

–Sin embargo, basta con prender la tele y ver la cobertura periodística de una marcha piquetera para pensar lo contrario.

–Santoro: Claro. Siempre hay algo salvaje, hay violencia, y el lenguaje se liga a eso. En cambio, una marcha de rubios nunca tiene ese problema. El antiperonismo está más vivo que el peronismo. Ese peronismo que generó el antiperonismo ya murió hace rato, se ha mutado infinitamente, es un dato histórico nada más. Sin embargo, el antiperonismo que se generó sigue vigente tal cual, no ha variado en absolutamente nada.

–¿Ese antiperonismo está vigente en la política, en la sociedad y también en el arte?

–Santoro: En el mundo del arte o del coleccionismo no tiene el mismo efecto. Hay muchos antiperonistas que compran cuadros de ella o míos. No sé cómo funciona, hay otra lectura de nuestras obras. Mi obra fue vista por algunas revistas internacionales y eso a los coleccionistas les llama la atención, lo entienden como una homologación externa, porque afuera no está el prejuicio que hay aquí.

–Iniesta: Porque está reconocido internacionalmente. Evita y Perón son Argentina. No hay otro movimiento histórico que pueda homologarse al peronismo.

–Santoro: Claro, si vos hablás de peronismo, hablás de Argentina. Afuera, el peronismo es visto como un producto cultural argentino y no solamente político. Es como el fútbol y el tango.

–¿Creen que desde el arte se puede hacer un aporte a la política y a la construcción de un imaginario nacional?

–Iniesta: No deliberadamente, pero creo que uno lo que siempre intenta es aportar a esa construcción.

–Santoro: Particularmente, como propuesta conceptual, quiero que mi obra se incorpore al imaginario político del peronismo. No tengo propiedad de las imágenes ni exijo algo a cambio, sino que simplemente estén ahí, como el escudo justicialista. Algunas cosas se van incorporando al imaginario, como el descamisado gigante, pero es difícil una acción directa sobre la política. No lo lograron los rusos ni los chinos. El arte camina por otro lado, podría no existir y no pasaría nada.

Otra vez nos hacen un cerco financiero. Es una situación similar a la que ocasionó el desastre del 2001

EL MAYOR ENEMIGO INTERNO QUE TIENE EL PUEBLO Y LA NACIÓN ES EL BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA.

Por Walter A. Moore

Jueves 3 de agosto de 2009


Buenos Aires - El mayor enemigo interno que tiene el Pueblo y la Nación es… ¡el Banco Central de la República Argentina!

Esta institución desde hace años opera como una mera sucursal del Banco de Descuentos Internacionales de Basilea [1], del cual su actual presidente, Martín Redrado, es un funcionario que responde a los intereses de la banca internacional y no a nuestra necesidades.

Es el Cerco Financiero que ya nos tendieran durante el gobierno de De La Rua, por el cual los bancos saquearon los ahorros de todos los argentinos y crearon el espacio para que caiga el gobierno, está de nuevo avanzando hacia la desastrosa situación creada en el año 2001, en un movimiento de pinzas de la extrema derecha argentina, aliada con los intereses de las multinacionales, que impulsa las acciones del llamado Campo contra el gobierno, pero que, coordinadamente con esta ofensiva, ataca por otro lado produciendo el deterioro financiero que pone en apuros al gobierno.

Esta ofensiva está organizada desde el Banco Central generando los problemas caja del Gobierno, y obligándolo a una derrota simbólica, pues brindan como salida un nuevo acercamiento al FMI, organismo destinado a saquear a los pueblos (Perón dixit).

Para romper este cerco financiero destinado a generar una debacle similar a la desatada en el gobierno de De LaRua (salvando las distancias entre ambas gestiones), es necesario comprender como opera.

LAS CAUSAS DEL CERCO FINANCIERO SON DOS: LA MÍNIMA EMISIÓN DE CIRCULANTE (10% del PBI) Y LA ALTA TASA DE INTERÉS BÁSICO (10% anual).

1: LA BAJÍSIMA EMISIÓN.

La banda neoliberal que controla la política monetaria y financiera nacional ha convencido al gobierno que mantener la emisión en un miserable 10% de nuestro PBI, mientras en los países centrales la emisión de dinero (designada en algunos casos como M2 y en otros como M3) se ubica alrededor del 100%, excepto en Estados Unidos, donde para salvar a los bancos de la catástrofe (que ellos mismo organizaron), su banco central está emitiendo más del 200% de su PBI, medida desesperada para mantener al dólar como divisa de referencia.

En los países europeos centrales la emisión ronda más del 90% de sus respectivos PBI y en Japón supera el 115% de su PBI.

La pueril excusa para mantener desmonetizada a la Argentina es que, de esta manera, se impide que la gente compre dólares, haciendo referencia a la monumental fuga de divisas de 43.000 millones de dólares de los últimos años, fuga que no se debe a este motivo, sino a la falta de una política firme contra este proceso que, en muchos países, es considerado como un delito capital (En China se ejecutan a los particulares que generan fuga de divisas).

El proceso de extranjerización de la economía a través de las mismas políticas monetarias, comenzó con José Martinez de Hoz, que hizo quebrar a 16.000 empresas productivas, siguió con Alfonsín, en cuyo gobierno quebraron 46.000 empresas, y culminó con la catástrofe menemista en la cual quebraron 103.000 empresas productivas.

Esta destrucción del país, sin que mediara un declaración formal de guerra, tuvo como frutilla del desastre la compra de votos senatoriales (llamado la banelco) durante el gobierno de De LaRua, para que se vote una ley destinada a destruir las pocas ventajas que aún tenían los trabajadores, y en ese clima de impunidad, los bancos se robaron los ahorros de los argentinos.

En este proceso la responsabilidad del Banco Central nunca se explicitó, pero la dolarización de la economía se logró gracias una bajísima emisión de dinero.

Como ejemplo del explosivo resultado de esta política podemos mencionar que en diciembre del 2001, la emisión de dinero argentino equivalía al ¡1,3%!! de nuestro PBI, o sea que, por cada 100 pesos de riqueza real producida, sólo había un peso con 30 centavos de dinero circulando.

Ahora, por cada 100 pesos de riqueza real producida, sólo hay 10 pesos circulando.

Esta forma de convertir al dinero en un bien escaso, se hace para que los bancos aumenten su precio (es decir los intereses) por volcarlo al mercado, hacen lo mismo con los bonos (clave del conflicto con el INDEC), los traidores a la patria del Banco Central emiten bonos (que pagan intereses), en lugar de emitir dinero que no le cuesta nada al Estado, es decir a todos los argentinos.

2DA. CAUSA DE LAS DIFICULTADES DEL GOBIERNO: LA ASTRONÓMICA TASA DE INTERÉS QUE FIJA EL BANCO CENTRAL.

Mientras en los países centrales (Estados Unidos y Europa atlántica) la tasa de interés básica establecida por el Banco Central, y que condiciona el costo del crédito de toda la economía, oscila entre el 0,5% y el 0% anual, en nuestro país esta tasa ronda hoy el 10% anual.

Este encarecimiento artificial del crédito sirve para brindar enormes ventajas a las empresas multinacionales que consiguen financiamiento barato mientras aquí los créditos locales “más baratos” cobran un interés del 14% anual y normalmente la tasa comercial supera el 17% anual. Este procedimiento sirvió para extranjerizar a las empresas privadas mientras se regalaban las empresas públicas a los intereses extranjeros, y en general produce un debilitamiento general de toda la economía y grandes problemas al gobierno pues este no tiene una recaudación fiscal que le permita satisfacer las enormes demandas de una sociedad que está harta de vivir en crisis, siendo esta situación de sequedad monetaria la que fabrica la mayor cantidad de pobres de nuestro país, que tiene los precios de los países europeos y los salarios de Ruanda.

Hoy no son los piquetes de los chacareros rentistas los que van a poner en jaque al gobierno, que es el frente visible del ataque de la derecha decimonónica que busca voltear al gobierno (que afortunadamente ya no cuenta con la cooperación de las fuerzas armadas, que aprendieron duramente como pagan sus servicios la derecha dura) sino que se busca crear el descontento popular, pero esto no puede lograrlo hoy un grupo que se ha desenmascarado a sí mismo, sino las políticas monetarias del Banco Central que, por ejemplo, está llevando a las propiedades a valores inalcanzables para cualquiera que trabaje estableciendo sus valores en moneda extranjera cuando nadie construye ni gana en esta moneda sino en pesos.

Es la misma política dictada desde los antros neoliberales, por la cual la especulación es premiada impositivamente, la que permite que las empresas extrajeras puedan llevarse libremente el esfuerzo de los argentinos afuera del país, o es imposible emprender nada nuevo porque no es posible conseguir los recursos iniciales, creando la delincuencia y la enfermedad provocada por la miseria ante la inexistencia de presente, ni de un futuro laboral predecibles.

Modelos que están llevando a nuestro sistema económico hacia un desastre similar al que ya pasamos.

Las soluciones para resolver simultáneamente todos estos problemas están al alcance de la mano, pero para esto debemos salir del brete intelectual en que nos han metido con el pensamiento único.

¿QUÉ HACER?

En la crisis anterior fue el Pueblo Argentino el elaboró las soluciones que permitieron evitar la disolución nacional:

· Ante la anomia del sistema político, aparecieron los piquetes y las asambleas populares, hoy dos sistemas de lucha incorporados a quehacer nacional, y que constituyen la vanguardia política real.

·Ante la desmonetización se crearon dos recursos originales: Una gigantesca Red de Trueque y luego la emisión de monedas provinciales, que reactivaron las economías locales en forma casi instantánea.

Ahora, en el fragor de la batalla destituyente, el gobierno debe:

·Erradicar ese nido de víboras que es el Banco Central, recortando drásticamente sus funciones, dejándolo como mera policía bancaria y creando una o dos nuevas instituciones, una responsable de la emisión y el control de la circulación del dinero, de carácter federal, que ajuste equilibre la distribución del dinero en todo el país, y otra que regule el intercambio monetario con el exterior, eliminando en todo lo posible el uso de divisas. Esto puede hacerse comparando el valor de las monedas de las naciones con las cuales comerciamos, de acuerdo a su capacidad de compra[2].

· Para controlar la gran fuga de divisas, además de definir una legislación y un sistema adecuado de control para las mismas, debemos crear una segunda moneda nacional inconvertible y abundante. Una moneda que represente la totalidad de la riqueza que crean cada año todos los argentinos y que circule exclusivamente en el mercado interno, estableciendo reglas claras para todo el país, y emitiendo de acuerdo a las necesidades de cada región argentina. De esta manera se podrá:

· Destinar esta gran masa monetaria inconvertible a una veloz reactivación del mercado interno, donde los aumentos de los sueldos son el primer paso, pues lo que genera el desarrollo económico es la creación de puestos de trabajo y el consiguiente incremento del consumo. Perón decía: -No es posible que haya gente sin trabajo en un país donde está todo por hacerse.

· Someter la producción destinada al mercado externo a las necesidades geopolíticas de nuestra Nación (por ejemplo a integrar complejos productivos con las naciones del Unasur) y no a fomentar los beneficios de multinacionales envenenadoras, como las productoras de agroquímicos y semillas transgénicas y mineras que destruyen nuestras fuentes de agua.

·Redistribuir armónicamente la población nacional, ocupando los gigantescos espacios vacíos que hoy son comprados por interés extranjeros y defender con nuestra población el perímetro de nuestras fronteras, creando nuevos asentamientos urbanos que permitan una calidad de vida equivalente a la que se encuentra en las grandes ciudades. Estas obras, con todo el descomunal desarrollo industrial que debe abastecerlas, debe ser el principal destino de la Moneda Inconvertible.

· Controlar inmediatamente el proceso inflacionario con dos medidas básicas:

o Disminuir la tasa de interés de mercado a un máximo del 2%, pues la tasa de interés es el principal generador de inflación.

o Estatizar todos los grandes mercados y supermercados, para que sea el estado, y no las multinacionales, el que fije los precios de referencia de los productos de primera necesidad.

· Integrar físicamente todo el territorio nacional, para lo cual es necesario:

o Correr el centro de decisiones políticas al centro del país, disminuyendo la influencia de los intereses portuarios anclados en Buenos Aires, trasladando la capital federal a la ciudad de Córdoba y la capital de esa provincia a otra ciudad de esa misma provincia.

o Rediseñar toda la red ferroviaria, de autopistas y de ductos energéticos para integrar un sistema productivo nacional que comunique a todo el interior y con los países sudamericanos.

· Integrarnos políticamente con la República de Chile, de manera de conformar una unidad política bi-oceánica y recrear la unidad político-ideológica instalada hace dos siglos por el pensamiento sanmartiniano-bolivariano, instalando un bloque común a todas las naciones suramericanas hispano parlantes que pueda discutir de igual a igual con el gigante luso parlante.

Ha llegado el momento de -dejar de pensar en las próximas elecciones para pensar en las próximas generaciones, y cambiar los mezquinos intereses partidocráticos por la grandeza necesaria para instalar en el mundo a la Gran Patria Suramericana.

El Nobel de la Guerra


Barack Obama no tiene otro camino que continuar el curso marcado por el gobierno en las sombras que controla Estados Unidos, el complejo militar-industrial. Los bombardeos indiscriminados en Afganistán servirán de telón de fondo a la ceremonia en Oslo,



Como “paradojas del presente e ironías de la Historia” debería denominarse cualquier aproximación a la actualidad mundial. Acabamos de ver como el flamante premio Nóbel de la Paz no ha podido aguardar hasta después de la entrega de ese galardón y ha firmado el decreto que supone el envío de 30.000 soldados más que irán engrosar a las tropas de ocupación en Afganistán. A esta paradoja se suma la ironía que resulta de la incapacidad de aprender las lecciones del pasado: con una consecuencia digna de mejor causa Estados Unidos está reeditando en Afganistán una experiencia militar proyectada a un fracaso ilustrado por experiencias recientes, mediatas o remotas en ese u otros lugares. La guerra de Vietnam, la experiencia soviética en el mismo Afganistán, la ciénaga iraquí, las guerras partisanas contra la ocupación alemana en Europa oriental y sudoriental, la guerrilla española contra las tropas napoleónicas, son algunos, entre muchos, de los ejemplos referidos a la dificultad de asentarse con un cierto grado de seguridad en unos territorios irrevocablemente hostiles.


Desde luego, la retórica propagandística al uso nos habla de “garantizar la democracia para el pueblo afgano”, de resistir a las fuerzas bárbaras que se empeñan en seguir oprimiendo a las mujeres con la ley de la sharia y de ganar a ese país para la modernidad. Pero todos sabemos que esas son generalidades dirigidas a ocultar el núcleo del problema, que no es otro que el posicionamiento de Estados Unidos en una de las áreas geoestratégicas más importantes del globo. El imperio sigue por las vías que le marca su proyecto hegemónico y no parece que vaya a querer apartarse de ellas sin experimentar antes un revés (económico, militar, político) mayúsculo, que aleje a la opinión norteamericana del conformismo que ostenta respecto del estado de las cosas, por nítidos que los aspectos irracionales de este resulten para el resto del mundo.


La primacía que, en el aparato de poder norteamericano, sigue ejerciendo el complejo militar-industrial, es evidente. El mismo Obama, detrás de su discurso en torno de la retirada de Irak (que está muy lejos de haberse cumplido), durante su campaña electoral ya demostraba su acuerdo con las líneas de acción patrocinadas por el susodicho complejo, al subrayar que su intención era desplazar el eje del esfuerzo bélico estadounidense de Irak a Afganistán. Como todo está ligado –Irak proporciona petróleo, Afganistán el control de las vías de acceso para el recorrido del crudo proveniente de la cuenca petrolera del Mar Caspio- las líneas del discurso neoconservador en la política exterior norteamericana siguen predominando: contención y vigilancia en el Medio Oriente, e instalación en fuerza en un área geoestratégica, Afganistán, decisiva para el control de los movimientos de un enemigo genérico que englobaría a China y Rusia, y eventual plataforma para descargar desde ahí todo el poderío contra este.


Para la mentalidad norteamericana, pragmática y técnica por excelencia, el combate contra las adversidades debe terminar siempre en el aplastamiento de los obstáculos que se le oponen. Una historia sin reveses, una historia triunfante, ha contribuido a confirmarlos en esta peligrosa creencia. Allí donde otros han fracasado en empresas imperiales de cuño clásico, ellos entienden que, en tanto representantes de una modernidad sin límites, pueden resolver el problema a través de la aplicación de un poder de fuego abrumador, asentado sobre una tecnología cuya complejidad y exigencia financiera la hace inaccesible para los contrincantes más o menos elementales a los que se enfrentan. Una distribución de dádivas a las poblaciones locales y la apertura de un espacio político en el cual se presume han de surgir autoridades autóctonas vinculadas a las normas del libre mercado, les parecen fenómenos realizables en el curso de poco tiempo, si cuentan en el ínterin con una panoplia como la que despliegan en Afganistán y el Medio Oriente, con visos de película de ciencia ficción.


Ocurre sin embargo que esas aproximaciones programáticas a realidades sociales muy diferentes tropiezan con grandes problemas. Y ello no tanto porque esos ámbitos pueden participar de nociones culturales muy diferentes de las occidentales, sino porque no han dispuesto de la posibilidad de forjarse su propia identidad moderna, pues han estado sometidos al imperio de fuerzas que, muy lejos de interesarse en las posibilidades de un desarrollo social autóctono, se han abroquelado en sus propios intereses y han dejado actuar a fuerzas externas que, como en el caso al que nos estamos refiriendo, bajo la pátina de la “civilización”, a lo que fundamentalmente se han dedicado ha sido al saqueo y el esquilme de los pobres diablos sometidos a su férula. Si la rebelión contra estas condiciones se conjuga con apoyos externos, la situación del ocupante puede convertirse en un infierno.


La obstinación norteamericana en el sentido de creer que con dólares se arregla o se compra todo, se vincula a lo logrado con las “burguesías compradoras” de los puertos francos de China o de los similares emplazados en América latina y, por cierto, al indudable éxito obtenido con la recuperación europea posterior al segundo conflicto mundial. Pero, en este último caso, notabilísimo en sí mismo, hay que observar que Alemania, Francia, Italia, etcétera, contaban con legiones de burócratas probos formados en una tradición estatal de rigor administrativo y que operaban sobre sociedades políticamente muy maduras. La solidez de la identidad nacional de esos países y en especial la amenaza que venía del Este forzaba asimismo a la Unión a no exigir contraprestaciones abusivas respecto de la ayuda que les daba, aceitando así los engranajes sobre los cuales se iba a montar el “milagro económico europeo”.


En los países del Tercer Mundo las cosas acaecieron de muy distinta manera. Para esos pueblos no había posibilidad de componenda con el poder dominante. Sólo restaba la sumisión o la insurgencia. La burguesía compradora china fue desalojada de su sitial por la revolución maoísta y, en cuanto a India, operó su ruptura con el Imperio británico gracias a la existencia de una clase política forjada en la lucha por la liberación y que había sabido adaptar su identificación con los parámetros constitucionales de la potencia dominante, Inglaterra, a la naturaleza esencial del pueblo indio. En otros lugares la conmoción derivada del período poscolonial transcurrió de manera parecida, aunque la inmadurez de las condiciones locales y la presión imperial terminaron deformando a muchas de esas experiencias.


La tierra del Gran Juego

El caso afgano es indisociable del caso paquistaní y esta a su vez es vinculable al juego de poder en torno del gran tablero mundial que tiene al Asia central como eje de una disputa que viene desde el siglo XIX, cuando Rusia y Gran Bretaña peleaban en sordina por el control de la zona. En el presente, Estados Unidos ha tomado el relevo de esta en condiciones potencialmente mucho más explosivas que las que existían en el pasado. La militarización de la zona se ha transformado en el motor del dinamismo estratégico de Estados Unidos. Bien está hablar de “retiradas”, pero nada predispone a suponer que dicho repliegue vaya a tener lugar a menos que la Unión renuncie a sus objetivos de máxima. La posibilidad de formar una fuerza local, de composición afgana, que sea capaz de limpiar el área de los elementos fundamentalistas que insurgen tanto contra el ocupante como contra el gobierno instalado en Kabul, es remota. En el caso de Pakistán, la infiltración del ISI, los servicios de inteligencia paquistaníes, por elementos de

orientación integrista, aparenta ser un fenómeno imposible de revertir.


Lo paradójico e irónico de esta situación deriva del hecho de que los fenómenos que los norteamericanos deben combatir en este momento son monstruos creados por ellos mismos. Trabajando como doctores Frankenstein, en los años 70 nutrieron a las guerrillas mujaidines (ultraconservadoras en su mayor parte) abocadas a combatir la influencia soviética en Afganistán, influencia que se manifestaba a través del gobierno Partido Democrático del Pueblo. Este había lanzado una efectiva reforma agraria e instaurando cambios sociales y constitucionales de carácter progresivo. Luego, producida la invasión soviética destinada a estabilizar la situación apoyando al gobierno del PDP, esa injerencia estadounidense se reforzó hasta tornar ingobernable al país. Más tarde, la retirada rusa abandonó al PDP a su suerte y dejó librado a Afganistán a luchas intestinas de las cuales emergieron los talibanes, una fuerza nacida al calor de las madrasas o escuelas religiosas y que habían contado también con el apoyo de la CIA. Estos avanzaron rápidamente hasta conquistar el conjunto del país e instalaron un régimen implacable que pretendía imponer la ley islámica comprendida en su sentido más intransigente. Junto a las prácticas del más estricto rigorismo religioso y social, las mujeres fueron excluidas de la vida pública, se reestableció la amputación de las manos a los ladrones, se persiguieron las manifestaciones políticas y, lo cortés no quita lo valiente, se terminó con el cultivo del opio que generaba el grueso de la provisión de heroína al mercado mundial.


Los atentados del 11/S precipitaron una intervención directa norteamericana en ese país de topografía fragorosa. Con el pretexto de capturar o matar al Osama bin Laden, el cabecilla de la organización terrorista Al Qaeda, presunta responsable de los atentados a las Torres, la operación Enduring Freedom empezó a instalar importantes efectivos en ese país y a construir bases aéreas desde las cuales es posible amenazar a Rusia y China y controlar toda el Asia central y sus inmensos reservorios energéticos. Se trata de un diseño muy meditado y elaborado mucho antes del ataque a las Torres Gemelas. A la vuelta de unos pocos años, sin embargo, los talibanes erradicados por la campaña lanzada a finales del 2001 controlan el grueso de las áreas rurales y su actividad desborda la frontera con Pakistán.


Revertir esta situación parece ser el motivo de la decisión de Barack Obama en el sentido de enviar nuevos refuerzos al escenario del conflicto. Pero Obama es irrelevante. No está en condiciones de oponerse (en caso de que quiera hacerlo) a las fuerzas que realmente controlan las riendas de la estrategia estadounidense y su discurso justificando el refuerzo del contingente norteamericano en ese país asiático sigue, línea por línea, los argumentos expuestos por el ex presidente George W. Bush cuando hablaba del “revólver humeante” que Saddam Hussein sostenía en su mano y de la necesidad de un rediseño democrático para el Medio Oriente. Con una desfachatez apabullante Obama nos sirve frases como que “aunque el actual gobierno afgano está manchado por el fraude…, la reciente elección produjo un gobierno que es consistente y coincidente con las leyes y la Constitución de Afganistán”… Cómo un gobierno elegido en forma fraudulenta puede ser coincidente con las leyes y la Constitución de su país, fue un punto que Obama no se molestó en explicar.


También es insoportable escuchar al presidente norteamericano sosteniendo el socorrido argumento de que “al revés de lo que acontecía con las grandes potencias del pasado, Estados Unidos no busca la dominación del mundo”. Que estas palabras llenas de viento tengan curso y puedan ser aceptadas al menos por una considerable parte del pueblo norteamericano, a pesar de los numerosos intelectuales y de las corrientes de opinión que atacan y desnudan esta verborragia hipócrita, es indicativo de la necedad de ese público habituado a vivir en una cápsula gigante, alimentado con mentiras y fábulas, y repantigado en su autosatisfacción.

Tan solo el estallido de un sopapo monumental podrá despertarlo de esa beatería autocomplaciente.


Por Enrique Lacolla

miércoles, 20 de enero de 2010

UNA ESTRATEGIA POPULAR

Este año va a ser decisivo para el peronismo de San Martín. De aquí en adelante van a resolverse situaciones que definirán las políticas que se aplicarán en los próximos años en nuestro distrito. Más allá de la confusión que con distintas estrategias se pretende sembrar en los ámbitos nacional, provincial y municipal, con la conformación de nuevos alineamientos políticos y partidarios, la creación de terceras vías que se autodefinen como nuevas opciones y que en realidad son recreaciones de viejas historias conocidas, más por sus fracasos que por su novedad; la realidad es que en breve van a confrontar como siempre ha sido, dos bandos, dos sectores bien definidos en donde los terceros por definición se encuentran excluidos y sólo son convidados de piedra útiles para la distracción.
En lo que atañe a San Martín, se decidirá la continuidad de un proyecto político conducido por estratos medio altos de nuestra sociedad, con un discurso institucional concentrado en las formas y un despliegue de propaganda como estrategia central para evitar las discusiones de fondo y otro proyecto que signifique la construcción de un programa integrador de desarrollo productivo con justicia social y la conformación de una comunidad organizada con la posibilidad de lograr una identidad material, espiritual y cultural sin exclusiones.
Actualmente, la situación más grave que podemos advertir en nuestro municipio, es que la política resulta conducida por un sector social que es una clara minoría dentro del conjunto de la población y el territorio. Este hecho debería llamar la atención y provocar alguna reflexión en la militancia y en los espacios de conducción de los sectores populares, que son la gran mayoría sin cohesión de San Martín.
Este comportamiento político, invadido por concepciones que propician el egoísmo de posicionamientos personales, desligados de los objetivos del conjunto que pretende representarse, corre el serio riesgo de debilitar los sentimientos de pertenencia que todavía importantes sectores de la sociedad mantienen hacia las organizaciones comunitarias, cediendo peligrosamente espacios de representatividad.
En un distrito como San Martín con mayorías populares significativas, continuar con posicionamientos que provocan el quiebre de la unidad necesaria para producir una verdadera transformación política y social, es a las claras un acto que demuestra la falta de una visión estratégica para promover los derechos de amplios espacios sociales que reclaman un giro a las actuales prácticas de gobierno.
Los cambios vendrán necesariamente cuando logremos articular una política que incluya a los sectores más postergados, a las clases medias productivas y asimismo mediante la unificación de criterios de acción para la lucha común de quienes tienen la responsabilidad de conducir el campo nacional y popular.