viernes, 26 de febrero de 2010

EL EJE DEL MAL


Por Jorge Rachid

Desde que el ex presidente de EE.UU. declarase que existía un conjunto de países llamados el eje del mal, desde una apreciación mística, emparentada con la fe religiosa y evocando a las imágenes del Dante en la Divina Comedia, condenándolos al fuego eterno del infierno, comenzó en esta nueva etapa imperial posterior al atentado del 2001, una nueva masacre de pueblos, en nombre del dios supremo del occidente cristiano llamado mercado.

Así sucesivamente ocurrieron las invasiones de Afganistán e Irak en nombre de las democracias occidentales –como nuevas cruzadas del siglo XXI – que esconden los intereses económicos petroleros y del complejo militar industrial, necesitado de guerras impulsadas por los países centrales.

No les ha ido bien.

Los pueblos se resisten a ser dominados, invadidos o violados en nombre de supuestas culturas superiores que se arrogan los derechos universales de admisión en el mundo de los buenos.

Hemos asistido a testimonios inobjetables de violaciones a los derechos humanos en los territorios ocupados, matanzas de civiles presentadas como efectos no deseados, destrucción de patrimonios de la humanidad bombardeados, ciudades destrozadas y por supuesto los recursos naturales – entre ellos el petróleo – explotados por los invasores.

El resto del mundo observa y algunos participan para no quedar fuera del festín caranchero del nuevo colonialismo.

La lista de los países participantes de este llamativo club son casualmente aquellos países que se han atrevido a explorar caminos propios de autodeterminación y soberanía política.

La mayoría de ellos lo hacen a través de elecciones democráticas y con amplia participación popular.

Pese a ello se los amenaza por los medios, con declaraciones altisonantes, se los intenta condicionar a través de organismos internacionales, se les intenta prohibir el acceso a determinadas tecnologías, se les cuestiona el manejo del espacio audiovisual, se les condicionan hasta sus relaciones exteriores, se los somete a bloqueos, se los bombardea preventivamente, se acusa a los partidos de organizaciones terroristas aunque tengan diputados y ministros.

Todo sucede en la marea mediática globalizada tratando de influir sobre las conductas sociales del conjunto de la comunidad internacional.

Lo hicieron con el tratado de Yalta en la posguerra mundial del 45.

Condenaron a nuestro país, a los países árabes, se repartieron el mundo en áreas de influencia y determinaron quién era quien en el mundo bipolar que crearon.

Ahora en un mundo supuestamente unipolar, los bloques se van uniendo: Latinoamérica es testimonio de ello, la UNASUR es un hecho.

La unión con los países del Caribe es otro hecho.

La reivindicación de Malvinas es inédita, frente al fracaso de los organismos manejados por los dueños del poder como la OEA o la OTAN o la UE o las Naciones Unidas, en donde conservan un vergonzoso poder de veto que ignora las mayorías asamblearias.

Los llamados analistas políticos de los grandes medios nacionales, al servicio del Virrey, llámese la embajada, catalogan las relaciones institucionales del país en función de esa óptica. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Franja de Gaza y Palestina en su conjunto con Cisjordania, Irán, Libia, Nicaragua, Yemen, Siria, Cuba – entre muchos otros – son el largo listado de países in-deseables, aquellos que no pueden decidir su destino ni planificar su desarrollo al margen de la cultura dominante del mercado.

Otros presidentes de otros países amigos como Brasil o Francia, no se privan de desarrollar su comercio internacional con estos Estados ni de recibir a sus presidentes ni intercambiar tecnología.

Los argentinos – en cambio – somos etiquetados si lo hacemos en un mecanismo de permanente denigración de nuestra actitud soberana de explorar caminos, establecer relaciones, estrechar vínculos y acrecentar nuestro propio comercio exterior.

No existen países probos ni otros demoníaco; sólo existen procesos políticos soberanos, con identidades nacionales diferentes y procesos alternativos a los que pretenden marcar lo políticamente correcto, que llevó a la Argentina en su momento a los mayores dolores de muerte de compatriotas y destrucción del patrimonio nacional de su historia, pese a lo cual hemos podido salir recuperando la democracia y consolidando la justicia junto a las instituciones de la Nación.

Debemos abandonar la autoflagelación y la denigración como ejercicios permanentes del devenir político para poder construir un destino común, nacional y popular – transformador y revolucionario – que nos permita mirar de frente a nuestros compatriotas en el marco de un modelo social solidario con justicia social.

Si lo hacemos, será sin dudas el eje del bien argentino, más allá de los detractores y cipayos.

lunes, 22 de febrero de 2010

MARAVILLOSO MENSAJE AMBIENTAL DE PERON ANTICIPANDOLE AL MUNDO.

(21 de Febrero de 1972)

Por Juan Domingo Perón

Desde Madrid,

difundido el 21 de febrero de 1972

Hace casi treinta años, cuando aún no se había iniciado el proceso de descolonización contemporáneo, anunciamos la tercera Posición en defensa de la soberanía y autodeterminación de las pequeñas naciones, frente a los bloques en que se dividieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo un peligro mayor- que afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia- nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos, que van más allá de lo estrictamente político, que superan las divisiones partidarias o ideológicas, y entran en la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza.

Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional.

La concientización debe originarse en los hombres de ciencia, pero sólo puede transformarse en la acción a través de los dirigentes político. Por eso abordo el tema como dirigente político, con la autoridad que me da el haber sido precursor de la posición actual del Tercer Mundo y con el aval que me dan las últimas investigaciones de los científicos en la materia.

Los hechos

El ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado.

Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas.

La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas condiciones. Su acción va más rápido que su captación de la realidad y el hombre no ha llegado a comprender, entre otras cosas, que los recursos vitales para él y sus descendientes derivan de la naturaleza y no de su poder mental.

De este modo, a diario, su vida se transforma en una interminable cadena de contradicciones.

En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han bastado un par de décadas para convertir ríos y mares en basurales, y el aire de las grandes ciudades en un gas tóxico y espeso.

Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil que se asienta, sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización, inmunidad y contaminación en las ciudades y se grava las consecuencias de la vida sedentaria.

Despilfarro masivo

Las mal llamadas Sociedades de Consumo, son, en realidad sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el que el gusto produce lucro.

Se despilfarra mediante la producción de bienes necesario o superfluos y, entre estos, a los deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades.

Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la saluda humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana.

Como ejemplo bastan los autos actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega a las naftas simplemente para aumentar el pique de los mismos.

No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países tecnológicamente más avanzados funciones mediante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo.

De este modo el problema de las relaciones dentro de la humanidad es paradójicamente doble: algunas clases sociales - la de los países de baja tecnología en particular - sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y las enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco están racionalmente alimentados ni gozan de una auténtica cultura o de una vida espiritual o físicamente sana.

Se debaten en medio de la ansiedad y del tedio y los vicios que produce el ocio mal empleado.

El espejismo de la tecnología

Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o por la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a agravarse, mientras un fantasma - el hombre- recorre el mundo devorando 55 millones de vidas humildes cada 20 meses, afectando hasta países que ayer fueron graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmíneo en las próximas décadas.

En los centros de más alta tecnología se anuncia entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de casa harán compras por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos.

La separación dentro de la humanidad se está agudizando de modo tan visible que perece que estuviera constituida por más de una especie.

El ser humano cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia.

Y así, mientras llega a la luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira el agua que bebe, y el suelo que le da de comer y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas.

Ya en el colmo de su insensatez, mata el mal que podía servirle de última base de sustentación.

Después de la tierra, el mar…

En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de 200 especies animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las especies marinas.

Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como por el petróleo involuntariamente derramado.

Solo el petróleo liberado por los buques cisterna hundidos ha matado en la última década cerca de 600.000 millones de peces. Sin embargo seguimos arrojando al mar más desechos que nunca, perforamos miles de pozos petrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje de los petróleos sin tomar medidas de protección de la fauna y flora marinas.

…Y el agua potable

La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades, es bien conocida, aunque muy poco se ha hecho para disminuirla.

En cambio, todavía existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura.

La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a ser desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación.

Al mismo tiempo la erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problemas mundial, y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la naturaleza.

Para colmo muchas fuentes naturales han sido contaminadas; las reservas cuando nos quedaría como último recurso la desalinización del mar nos enteramos que una empresa de este tipo, de dimensión universal, exigiría una infraestructura que la humanidad no está en condiciones de financiar y armar en este momento.

Alimentos y armas

Por otra parte, a pesar de la llamada revolución verde, el Tercer Mundo, todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales y la vigencia de una justicia social que todavía está lejos de alcanzar.

Para colmo, el desarrollo de la producción de alimentos sustitutivos está frenada por la insuficiencia financiera y las dificultades técnicas.

Por supuesto todos estos desatinos culminan con una tan desenfrenada como irracional carrera armamentista que le cuesta a la humanidad 200.000 millones de dólares anuales.

A este maremagnum de problemas creados artificialmente se suman el crecimiento explosivo de la humanidad.

El número de seres humanos que puebla el planeta se ha duplicado en el último siglo y volverá a duplicarse para fines del actual o comienzos del próximo, de continuar la actual ratio de crecimiento.

De seguir por este camino, en el año 2.500 cada ser humano dispondrá de solo metro cuadrado sobre el planeta.

Esta visión global está lejana en el tiempo, pero no difiere mucho de la que ya corresponde a las grandes urbes, y no debe olvidarse que dentro de 20 años más de la mitad de la humanidad vivirá en ciudades grandes y medianas.

Política demográfica

Es indudable pues, que la humanidad necesita tener una política demográfica.

La cuestión es que aún poniéndola en práctica, ya por el retardo con que comenzaremos,. no producirá sus efectos antes del fin de la década en materia educativa, y antes de fin de siglo en materia ocupacional.

Y que además la política demográfica no produce los efectos deseados sino va acompañada de una política económica y social correspondiente.

De todos modos, mantener el actual ritmo de crecimiento de la población humana es tan suicida como mantener el despilfarro de los recursos naturales en los centros altamente industrializados donde rige la economía del mercado, o aquellos países que han copiado sus modelos de desarrollo. Lo que no debe aceptarse es que la política demográfica esté basada en la acción de píldoras que ponen en peligro la salud de quienes la toman o de sus descendientes

Qué hacer

Si se observan en su conjunto los problemas que se nos plantean y que hemos enumerado, comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la imprevisión humana, como de las características de algunos sistemas sociales, del abuso de la tecnología, del desconocimiento de las relaciones biológicas y de la progresión natural del crecimiento de la población humana.

Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar a una heterogeneidad de respuestas, aun que en última instancia tenga como denominador común la utilización de la inteligencia humana.

A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia.

Para poner freno e invertir la marcha hacia el desastre es menester aceptar algunas premisas:

1. Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres, especialmente en los dirigentes de los países más altamente industrializados; una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige la economía de mercado, y el surgimiento de una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza.

2. Esa revolución mental implica comprender que el hombre no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general; que la tecnología es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y que incluso habrá que renunciar alguna de las comodidades que nos ha brindado la civilización; que la naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible que los recursos naturales resultan aceptables y por lo tanto deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre; que el crecimiento de la población es aumentar la reducción y mejorar la distribución de alimentos y la difusión de servicios sociales como la educación y la salud pública, y que la educación y el sano esparcimiento deberán reemplazar el papel que los bienes y servicios superfluos juegan actualmente en la vida del hombre.

3. Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales. Pero, al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir, a sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos. El derecho a la subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia colectiva, ya se trate de ciudadanos o pueblos.

4. La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna. y que la justicia social debe exigirse en la base de todo sistema, no solo para el beneficio directo de los hombres sino para aumentar la producción de alimentos y bienes necesarios; consecuentemente, las prioridades de producción de bienes y servicios deben ser alteradas en mayor o menor grado según el país de que se trate.

En otras palabras: necesitamos nuevos modelos de producción, consumo, organización y desarrollo tecnológico que, al mismo tiempo que den prioridad a la satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, racionar el consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo posible la contaminación ambiental.

5. Necesitamos un hombre mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo. No se puede construir una nueva sociedad basada en el pleno desarrollo de la personalidad humana en un mundo viciado por la contaminación del ambiente exhausto y la sed y enloquecido por el ruido y el hacinamiento.

Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro.

6. El crecimiento de la población debe ser planificado, en lo posible de inmediato, pero a través de métodos que no perjudiquen la salud humana, según las condiciones particulares de cada país (esto no rige para la Argentina, por ejemplo) y en el marco de políticas económicas y sociales globalmente racionales.

7. La lucha contra la contaminación del ambiente y de la biosfera, contra el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de la ciudades, debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional.

Estos problemas, en el orden internacional, deben pasar a la agenda de las negociaciones entre las grandes potencias y a la vida permanente de la Naciones Unidas con carácter de primera prioridad. Este, en su conjunto, no es un problema más de la humanidad; es el problema.

8. Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con la justicia social, el de la soberanía política y la independencia económica del Tercer Mundo, y la distensión y la cooperación internacional.

9. Muchos de estos problemas deberán ser encarados por encima de las diferencias ideológicas que separan a los individuos dentro de sus sociedades o a los Estados unidos dentro de la comunidad internacional.

Nosotros los del tercer mundo

Finalmente deseo hacer algunas consideraciones para nuestros países del Tercer Mundo:

1- Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado.

Ya no puede producirse un aumento en gran escala de la producción alimenticia del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las industrias correspondientes .Por eso cada gramo de materia prima que se dejan arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos que dejarán de producir mañana .

2- De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de aquellos recursos.

3- En defensa de sus intereses, los países deben propender a las integraciones regionales y a la acción solidaria.

4- No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la conducción estará en condiciones de enfrentar las angustiosamente difíciles décadas que se avecinan.

La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma.

En esta tarea gigantesca nadie puede quedarse con los brazos cruzados.

Por eso convoco a todos los pueblos y gobiernos del mundo a una acción solidaria

DE AFGANISTÁN A MALVINAS

Por Enrique Lacolla

El dinamismo de la política imperialista no da señales de aquietarse.

Es inevitable que así sea pues, como sucede con un hombre que monta en bicicleta, el movimiento es la única garantía que tiene para conservar

el equilibrio

A poco más de un año de la asunción de Barack Obama como presidente de Estados Unidos la realidad ha confirmado lo que preveían los

observadores más escépticos del irresistible ascenso del carismático

líder negro, primer hombre de color en empinarse a tan alto cargo.

Esto es, que el nuevo presidente no iba a cambiar o no podría cambiar

nada.

Más que nunca, por lo tanto, quienes vivimos bajo la férula

–directa o indirecta- del sistema mundial capitaneado por Washington,

debemos hacer nuestras propias cuentas y visualizar nuestras propias

opciones para escapar del torno que nos oprime.

El momento es de riesgo para América latina.

Los problemas de Estados Unidos para sostenerse en la cúspide como única superpotencia mundial no son pocos.

Lejos de disuadirlo, ello tiende a exacerbar su agresividad en las áreas que estima claves para conservar los recursos esenciales para mantener la supremacía.

En el Asia central y el Medio Oriente ese activismo norteamericano es más que notorio.

El resultado de los emprendimientos militares que sostiene en Afganistán o Irak es vidrioso y no es improbable que se sellen en sendos fracasos a largo plazo. Pero de momento están en auge.

Y sirven asimismo para reconfirmar el enfeudamiento de los países de la OTAN al programa norteamericano de expansión hacia el Este.

El 4 y el 5 de febrero se reunieron en Estambul los 28 ministros de Defensa de los países pertenecientes al pacto.

Esa reunión seguía a otra mantenida en Bruselas que juntó a 63 altos jefes militares, más sus equivalentes de Israel y Pakistán.

La primera de las reuniones mencionadas fue presidida por el comandante de los 150.000 soldados estadounidenses estacionados en Afganistán, el general Stanley McChrystal, mientras que la otra contó con la dirección del Secretario de Defensa del gobierno de Obama, el señor Robert Gates.

El temario estuvo centrado en la guerra afgana y en el nuevo concepto estratégico de la alianza, que incluye el despliegue de varios escudos antimisiles en la frontera o en las proximidades de las fronteras rusas.

Rumania se ha añadido a Polonia y a la República Checa en la disposición de albergar esos sistemas de armas, claramente dirigidos a inhabilitar la capacidad de respuesta rusa a una eventualidad militar que la amenace.

La fractura del sistema de disuasión nuclear se haría así inevitable y

la potencial respuesta del Kremlin o al menos la adopción de

contramedidas estratégicas dirigidas a contrabatir el acoso a que se

verá sometido, tensará aun más la situación.

Todo esto engendra peligros de una magnitud difícil de valorar, pero

en cualquier caso indica que el mundo está ingresando a una época

volátil.

Esto no es nuevo; no bien se derrumbó el socialismo real la agresividad estadounidense se instaló por sus fueros; pero en ese momento la capacidad de reacción del adversario global se veía reducida por el caos que siguió a la disolución de la URSS, mientras que hoy Rusia tiene un gobierno fuerte, que podrá disgustar a muchos pero que evidentemente está en disposición de resguardar sus intereses nacionales y de comenzar a reconstruir la zona de influencia que le es propia.

En Ucrania en primer lugar.

La primera ministra Yulia Timochenko, aleccionada por la realidad respecto de lo que significa la presión rusa en materia de consentir la circulación gasífera con destino a Europa occidental, en la práctica se ha alejado de sus posturas originales, orientadas a favorecer los vínculos con la UE y la OTAN. Esto dejaría a ella y al pro ruso Víctor Yanukovich frente a frente en una elección que, respecto a la relación con el Oso, no

prevería mayores sobresaltos y que, desde luego, limitaría los objetivos atlantistas a metas mucho más moderadas que las imaginadas por el geoestratega mayor de Washington, Zbygniew Brzezinski.

El laberinto latinoamericano

Las complicaciones crecientes en que se introduce el sistema

norteamericano con el objeto de imponer su propia voluntad en el

esquema globalizador capitalista no desaniman a los personeros del

régimen.

Por el contrario, parecería excitarlos a redondear sus ambiciones y a prevenir las amenazas de carácter estratégico que creen discernir en Estados que no les son necesariamente hostiles, pero que pretenden establecer sus propias coordenadas para orientar su desarrollo.

América latina, tradicionalmente considerada por la oligarquía político-económica que controla Washington como el patio trasero de Estados Unidos y, por lo tanto, como su coto de caza, está cobrando nuevamente gran relevancia en el planeamiento del Pentágono.

La campaña mediática contra Hugo Chávez se mantiene con el vigor de siempre y, lo que es mucho más grave, la cuestión de las bases militares USA en Colombia no admite ninguna marcha atrás, mientras se agravan las tensiones entre este último país y Venezuela.

La probabilidad de una guerra entre ambas naciones, fogoneada y sostenida

por Estados Unidos, es cualquier cosa menos remota si no prosperan los

intentos de expulsar del poder a Chávez apelando a recursos drásticos

pero menos costosos: el asesinato o el golpe de Estado, por ejemplo.

La existencia de trece bases norteamericanas que rodean a Venezuela

desde Colombia, Panamá, Aruba y Curaçao, más la presencia amenazante

de la reinventada IV Flota, son indicios inequívocos de que la tormenta se cierne en el Caribe.

La razón de la agresividad norteamericana es relativamente simple; no

sólo Chávez y su revolución bolivariana representan un ejemplo y un

modelo a imitar en otras regiones del subcontinente, a pesar de sus

limitaciones y su incapacidad para armarse como una opción liberada de

rémoras como las significadas por la corrupción y el arribismo que

impregnaría a muchos estamentos del partido oficialista, sino que

Venezuela en sí misma representa un reservorio en materia de energía

que Estados Unidos codicia y que además importa a todo su

planteamiento estratégico.

Como apunta Federico Bernal en Le Monde diplomatique de Enero, la Unión americana es el principal consumidor del planeta en materia de petróleo crudo y de productos derivados, con un 22,5 por ciento del consumo mundial, seguido por la Unión Europea con el 17,9 por ciento y China con el 10 por ciento. Estados Unidos perdió su autosuficiencia energética poco después de la segunda guerra mundial y su producción doméstica de crudo está en baja desde 1985.

Colombia, Ecuador y Venezuela aportan el 14,63 por ciento del petróleo

que importa Estados Unidos y, de los tres, Venezuela es de lejos el

país que contiene las reservas más importantes del continente.

En efecto, se estima que, una vez certificadas las reservas de la Faja

del Orinoco, -el país caribeño se convertirá en la mayor reserva

comprobada de crudo en el mundo, con 313.000 millones de barriles

(Arabia Saudita cuenta con 264.000 millones).

En materia de gas natural, de confirmarse los volúmenes contenidos en el mega-yacimiento gasífero recientemente descubierto, Venezuela automáticamente escalaría de la novena a la cuarta posición como mayor reservorio mundial en este recurso .[ii]

No hay porqué extrañarse, por lo tanto, respecto de la movilización militar norteamericana en torno de este país y acerca de las continuas denuncias de armamentismo que se lanzan contra este, a pesar de que los países de Latinoamérica que cuentan con el mayor presupuesto bélico son Brasil, Colombia y Chile.

El caso Malvinas redivivo

Jorge Luis Borges tuvo, en ocasión del conflicto que involucró a nuestro país con Gran Bretaña en 1982 a propósito de Malvinas, una frase tan ingeniosa como falsa: -Es la pelea de dos calvos por un peine.

Esta /boutade/ hizo su camino en el clima de desmalvinización que siguió a la derrota argentina en la guerra.

Servía como coartada para justificar el renuncio, la sumisión de los estratos dirigentes del país a concepciones tan decadentes como las del paraguas de la soberanía y sobre todo, el de la política de la seducción, acuñada

por el canciller del gobierno de Carlos Menem, el desaparecido Guido

di Tella, para recuperar cierta influencia en la conformación de los

acontecimientos.

La impotencia militar en que se encontraba –y se encuentra- Argentina frente al hecho del despliegue de la mera fuerza bruta para resolver una cuestión que atañe a su soberanía, era ficticiamente resuelta con el verso de que la razón y los buenos modales prevalecerían al final y de que la partida no valía la apuesta.

Sólo un presunto borracho como Galtieri y un gobierno condenado como el de la dictadura militar podrían haber jugado la carta de la recuperación de unas islas yermas para absolver sus culpas y recuperar aire frente a la opinión pública.

Ahora, sin embargo, con el lanzamiento de la prospección petrolera de

parte de Gran Bretaña, vuelve a hacerse evidente lo que estaba claro

desde 1975: que las reservas energéticas submarinas del área austral

son potencialmente muy importantes y que el Reino Unido, que en

ciertas circunstancias podría haberse avenido a razones y negociado al

menos una soberanía compartida en las islas, no iba a soltar la presa

e iba a usar a los kelpers como pretexto, a través del resguardo de su

derecho a la autodeterminación, para mantenerse en sus trece.

En 1982 numerosos informes científicos internacionales habían puesto de

manifiesto que las reservas petrolíferas de la cuenca sedimentaria que

rodea a las Malvinas superarían a las existentes en el Mar del Norte.

La guerra, por lo tanto, no se debió a una saturación etílica de

Galtieri ni a un desarreglo hormonal de la primera ministra Margaret

Thatcher; fue la expresión de una forma de escapar al persistente

/impasse/ en que la actitud inglesa ponía a la Argentina y, a la vez,

la exteriorización de la astucia y la voluntad británicas para

provocar esa reacción a fin de darle un corte favorable al asunto.

Que la dictadura argentina haya caído en el lazo que le habían tendido,

que una vez estallada la crisis haya demostrado una incompetencia

supina en el plano diplomático y que la conducción de las operaciones

haya adolecido de fallas que redujeron el ya estrecho margen para

obtener una victoria circunstancial, es otro tema de análisis.

La guerra austral puso de manifiesto la solidez del pacto noratlántico

y fue, en este sentido, un preludio al intervencionismo global de la

OTAN en el período posviético, que acaecería diez años después.

El conflicto terminó de postrar al país, ya devastado por la represión y

el desguace económico lanzado por Alfredo Martínez de Hoz.

Lo que vino después no hizo sino marcar aun más esa postración.

Por eso la actitud del gobierno de Cristina Fernández en el sentido de trabar la navegación de buques que se dirijan a área Malvinas cruzando el Mar

Argentino sin permiso, y de tomar represalias contra las empresas

británicas que estén asociadas al emprendimiento exploratorio en aguas

australes, es justa y oportuna.

No se puede ir más allá, lamentablemente, pero esa decisión representa un cambio nada insignificante respecto de las tesituras de gobiernos anteriores.

No se puede ir más allá, decimos.

La realidad se impone y este tipo de protesta es la única posible, dada la disparidad de fuerzas.

Sin embargo, subsiste otra opción.

Difícil de asumir pues este gobierno, aunque esté mucho más allá de la oposición en materia de objetivos de carácter abarcador –en lo referido a la justicia social, la industrialización, la soberanía y el empleo- está lejos todavía de poseer la voluntad que es necesaria para adoptar política más duras frente a Gran Bretaña.

Esto, por otra parte, existiese o no existiese esa voluntad, es provisoriamente inviable dada no sólo la debilidad de nuestro país en materia militar, sino porque ni nuestra base social ni la mera sensatez aconsejaría semejante camino para una recuperación integral de las islas.

La vía para ello pasa inequívocamente por una acción coordinada con los países de América latina –especialmente con Brasil, Venezuela y Uruguay- que permita instalar al tema como un asunto que atañe a una problemática continental, lo que presupondría a su vez la existencia de una unidad entre nuestros países en el plano práctico de la defensa y la diplomacia.

Falta bastante para esto, todavía.

Restan sin embargo otros caminos para hacer sentir la presencia

nacional en temas como este y dentro del ámbito inobjetable y

reconocido internacionalmente de los límites de Argentina.

La furia privatizadora del menemismo dejó a los recursos mineros del país

librados a los monopolios transnacionales.

Repsol para el petróleo y la Barrick Gold para el oro son los casos más ostensibles de ese saqueo.

Decimos saqueo porque los beneficios y las ganancias que arroja la explotación del subsuelo no son reinvertidos localmente.

Una renacionalización de esos recursos, el retorno al principio de la

inviolabilidad del suelo asentado por Irigoyen y Perón serían

expedientes muy idóneos y a nuestro alcance para oponerse al curso

general de la política del bloque nórdico.

Para eso haría falta, sin embargo, una seriedad y una generosidad de parte de los protagonistas políticos del país que brilla por su ausencia.

La oposición, embrollada en una pelea mezquina con el gobierno, no va a ser muy fácil que acuerde con este –que por otra parte no demuestra gran

voluntad de lanzarse por un camino que lo complique aun más de lo que

está- las políticas de Estado que son necesarias para proceder en ese

sentido.

El comienzo de las actividades británicas de prospección en gran escala en el área Malvinas, la puntualización por The Observer en el sentido de remilitarizar la zona, las afirmaciones de Gordon Brown acerca de la soberanía británica sobre las Falkland, son parte del mismo envite que el proyecto globalizador allega a zonas como el Asia central, los Balcanes y las fronteras rusas con Ucrania y las repúblicas caucásicas.

Es parte de una ofensiva general que, a pesar de la crisis que sacude a los mercados, no puede renunciar a sus objetivos, pues solo en el movimiento puede encontrar un equilibrio.

Si se detiene, el sistema se cae.

Habrá que esperar, por lo tanto, nuevas y más inquietantes sorpresas para el futuro próximo.