domingo, 25 de abril de 2010



REALIDAD: UNA MARCA NO REGISTRADA



La realidad parece tener interpretaciones diferentes de acuerdo a la perspectiva que utilicemos para observarla y esto lo conocemos en base a la experiencia de advertir mensajes contrapuestos referidos a un mismo objeto o situación.


Una forma de definir esta realidad y si se quiere, de crearla, es mediante la utilización de la publicidad y la propaganda que produce una visión paralela del mundo de los hechos, que tiene sus intencionalidades y objetivos propios.


Esta opción por la dialéctica de las imágenes, parece haber convencido a algunos gobiernos, que gastan abultadas sumas del presupuesto anual con el fin de crear los hechos a su voluntad, negando otras miradas que tienen que ver con las vivencias de un universo más cercano a la vida cotidiana, que a la visión de los grandes carteles, afiches y escenografías circenses.


Pareciera entonces que la falta de políticas ambientales, las deficiencias en infraestructura de salud, los problemas de inseguridad, la carencia de políticas públicas, los problemas de contaminación de napas, de proliferación de basurales, la desidia en la prestación de servicios públicos, encuentra una solución aceptable a través de la creación de un discurso que evita el debate sobre los problemas tangibles que afectan a nuestra comunidad, concentrando toda la atención en la formación de una conciencia colectiva, que acepte la imposición de los hechos diseñados deliberadamente por una omnipresente propaganda oficial.


A tal punto a crecido la conciencia de la importancia que la publicidad reviste para los gobiernos, que se organizan eventos destinados a promocionar sus supuestas virtudes cual si fueran cuestiones esenciales de las políticas de estado…Y pensándolo detenidamente, muy probablemente lo sean cuando aquellos depositan en la actividad propagandística sus mayores desarrollos.


Sin embargo, podemos afirmar que esta modalidad no es precisamente una novedad forjada por los responsables de los órganos de prensa y publicidad de los organismos estatales, sino que encuentra su origen en las decisiones de las grandes empresas de privilegiar sus mayores esfuerzos corporativos, en el fortalecimiento de las marcas en detrimento del trabajo. Se ha llegado al convencimiento de que ya no es necesario preocuparse por mejorar la calidad de los productos, sino que resulta más beneficioso actuar sobre las mentes de los consumidores para que valoren las mercancías por la imagen que se proyecta en torno a estas y no así por el valor intrínseco que pudiera agregarles un trabajo eficiente. La verdadera novedad entonces es la traslación de esta concepción a la órbita de la comunicación estatal.


Abordando este concepto, resulta más eficiente desde un punto de análisis político orientado a los resultados electorales, dedicar grandes cantidades de recursos a crear realidades virtuales que a invertir en obras y servicios públicos y a pagarles mejores salarios a los trabajadores, porque el relato alambicado de la realidad se impone sobre otras interpretaciones de la misma.


En estas circunstancias, en donde la percepción de nuestros sentidos se encuentra constantemente agredida por una técnica hábil para distorsionarlos, puede ser de mucha utilidad alejarse del individualismo que nos conecta con el mundo de la propaganda, en donde somos simples espectadores dedicados a mirar carteles y pantallas, recuperando el diálogo y la interacción con nuestra comunidad, para volver a organizar una visión que contemple nuestras necesidades y nos acerque a la verdad.